jueves, 10 de mayo de 2012

La golondrina Güi

–Drina, te lo prometo. ¡Era mil veces mas grande que tú y yo juntos! –la golondrina Golo gritaba a su hermana y hacía  aspavientos con las alas por todo el tejado, porque ella no le creía.
–Sí, ya. Como aquel día que me prometiste haber encontrado un nido repleto de luciérnagas –le contestó ella de mala gana, dándole la espalda mientras observaba, desde lo alto del edificio, si las personas que cruzaban por la calle dejaban caer algo de comida.
–Esta vez es verdad. ¡He hablado con él!
–¡Mientes! –le espetó Drina, con los ojos muy abiertos.
–Me ha dicho que viene del sur, pero de muy del sur –enfatizó la palabra “muy” y señaló, erróneamente, con la puntita de su ala negra y blanca hacia donde el Sol se iba ocultando en el horizonte.
–¿Qué más te ha dicho? –preguntó ella, muy bajito. Se acercó a su hermano, con interés por escuchar lo que tenía que contar. El pico le temblaba por el miedo.
–¡Que se llama Güi!–respondió él y dio un saltito en el aire, sonriendo divertido ante la mirada patidifusa de su hermana pequeña.
–A lo mejor es francés –dedujo ella, rápido, asintiendo con la cabeza.
–No, no, no. Es del sur, de muy del sur –insistió él y volvió a guiar la mirada de su hermana hacia el sol del atardecer.
–¡Vamos a decirle a papá y mamá que nos lleven a verle! –sugirió ella. Los dos hermanos se lanzaron al vacío y volaron apresurados entre la gente, esquivando los naranjos plantados en la calle, hasta que llegaron a su nido, donde los padres les esperaban para cenar, con la mesa repleta de insectos sabrosos.
–¡Papá, Golo ha conocido a una golondrina que es mil veces más grande que todos nosotros juntos, se llama Güi y viene del sur! –le gritó su hija, exaltada por la emoción.
–¡Pero de muy del sur! –recalcó Golo, desplegando sus alas hacia ambos extremos.
–¿Podemos ir a verle? ¡Por favor! –preguntaron los dos al unísono. Los padres estaban acostumbrados a las historias fantásticas de su hijo, pero un paseo en familia después de comer les vendría bien para bajar la cena, aunque supieran que el tal Güi no existía.
Antes de que el sol se ocultara por completo y diera paso a la oscuridad de la noche, toda la familia fue a buscar a la golondrina Güi. Para el asombro de los padres y Drina, vivía en una urbanización muy lujosa, rodeado de nieve y con otras golondrinas que, como él, eran enormes. Güi vestía traje negro y blanco, como ellos. Su pico y ojos también eran negros, pero a diferencia de Drina, Golo y sus padres, Güi pesaba más de veinte kilos. Las plumitas de la nuca de Drina se erizaron por el frío y el temor de ver a aquellas gigantescas golondrinas. El padre, estupefacto ante aquella imagen, le dijo a sus hijos a modo de reprimenda:
–¿Veis lo que pasa si os coméis todo lo que os echan los humanos?





1 comentario:

  1. Hola MAYCA muy bonita tu historia creo que deja una muy buena ensenanza.Me gustó.Un abrazo

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