lunes, 11 de marzo de 2013

Lecciones de padre


(El padre está sentado frente al escritorio de su despacho. La mesa está llena de papeles y él hasta arriba de trabajo. La hija llama a la puerta entreabierta y entra)

HIJA: Papá.

PADRE: (sin levantar la vista de sus papeles) Ahora no, hija. Estoy trabajando.

HIJA: Pero, papá…

PADRE: Ya te he dicho que ahora no puedo. Habla con tu madre, hija. (Le hace un gesto con la mano para que salga de la habitación)

HIJA: Ya me han entregado las notas de fin de curso. ¿No las quieres ver?

PADRE: (Suspira profundamente. La mira y le tiende la mano con la palma abierta. La hija le entrega el papel) ¡Vaya! Nota media de sobresaliente. Así me gusta. Enhorabuena, mi niña. (Firma las notas en el dorso y se las devuelve)

HIJA: Me dijiste que si sacaba un diez me haríais un regalo. Lo que yo quisiera.

PADRE: Es verdad y lo prometido es deuda. A ver… , ¿qué quieres?

HIJA: Un perro.

PADRE: Eso ya sabes que no puede ser. ¿Qué otra cosa quieres?

HIJA: Pero se supone que el regalo tiene que ser algo que yo quiera. Y quiero un perro. Me he esforzado todo el año para sacar buenas notas y poder pedir lo que yo quisiera.

PADRE: (Se quita las gafas y las deja caer sujetas por una cadena dorada sobre su pecho. Se recuesta sobre el respaldo del sillón) Pues ya te he dicho que un perro no puede ser. Hay que sacarlo tres veces al día, darle de comer, llevarlo al veterinario. Un perro no es solo para jugar. Es mucha responsabilidad.

HIJA: Yo me encargaré de él, lo prometo.

PADRE: Sí, eso lo dices ahora. Pero cuando lleve un mes el perro dentro de casa, el que se encargara de él seré yo y no me apetece, ya que tengo a mis dos hijos crecidos, tener que responsabilizarme ahora de una mascota.

HIJA: Me prometiste que si sacaba sobresalientes, me dejarías escoger mi regalo, y te creí.

PADRE: Claro que puedes escoger tu regalo. Hay miles de cosas además de un perro. Elige otra cosa.

HIJA: ¡Pero es mi regalo! No quiero otra cosa. Quiero un perro. Te prometo que me encargaré de cuidarlo, pasearlo, darle de comer, de todo. Tienes que creerme. Por favor (le implora juntando las palmas de las manos)

PADRE: Vale, supongamos que te creo y te compramos el perro y en uno o dos meses dejas de hacer tus tareas. Entonces, ¿qué?

HIJA: Pues, entonces, y solo entonces, me podrás decir “¿Ves? Te lo dije”. Y yo misma le buscaré un nuevo dueño.

PADRE: ¿Y qué pasará con ese perro que ha estado aquí viviendo durante varias semanas?

HIJA: ¿Qué pasa con él?

PADRE: Bueno, pues que tendría que adaptarse a un nuevo hogar y una nueva familia. Quizá en su nueva casa le maltraten o lo vuelvan a echar, como hiciste tú. Quitarte al perro no será un castigo suficiente por haber faltado a tu palabra. No es un juguete, es un ser vivo.

(silencio)

PADRE: Vale. Te voy a dar una oportunidad (la hija da saltos y ríe a carcajadas). Te la mereces por las buenas notas. Pero si fallas un solo día, uno solo, el perro saldrá de esta casa, y, además, estarás castigada un mes sin asistir a clases de ballet y durante todo un curso te quedarás sin televisión en tu dormitorio. ¿Trato hecho?

(La hija se tira a los brazos del padre y le da unos cuantos besos rápidos en las mejillas)

HIJA: Vale, ¡trato hecho! ¿Podemos ir esta tarde a la pajarería? Me pasé ayer después de clase con mi amiga Cristina y tienen la raza que me gusta.

PADRE: ¿Pajarería? De eso nada, si quieres un perro lo adoptaremos.

HIJA: ¿Qué? (se aparta del padre y se sienta en la esquina de la mesa) No quiero adoptarlo. Quiero comprarlo. Quiero un chihuahua.

PADRE: Bueno, quién sabe. A lo mejor tienen esa raza en la protectora de animales.

HIJA: No. Ahí solo tienen chuchos feos y viejos. Yo quiero un cachorrito de chihuahua.

PADRE: Hija, los animales no son juguetes. Si quieres acoger un perro en casa tendrá que ser uno de la protectora. Hay cientos de perros abandonados en las calles y no voy a pagar un duro para comprarte uno de pajarería cuando podemos salvar a otro de la protectora.

HIJA: Pero en la protectora también tienes que pagar.

PADRE: Eso no es cierto. No exigen dinero, solo aceptan donativos. Y eso es lo que pagaremos: un donativo para ayudar a las personas que se encargan de cuidar a los otros perros y gatos que hay allí.

HIJA: Pero, no es justo… (hace pucheros)

PADRE: Hija, ¿el qué no es justo?

HIJA: Todas mis amigas tienen chihuahuas.

PADRE: En la vida no se puede tener todo. Hasta hace cinco minutos era reacio a regalarte un perro. Me has convencido con tu promesa y tus buenas notas. Pero mi única condición es que tiene que ser adoptado de la protectora. O lo tomas, o te quedas sin mascota.

HIJA: Vale... Lo adoptaremos, aunque no será tan bonito como el de mi amiga Cristina.

PADRE: Hija, tu perro será tan bonito como lo quieran ver tus ojos. ¿Quieres que vayamos esta tarde a por él?

HIJA: ¡Vale!

(El padre se levanta y le da un beso en la frente)

PADRE: ¿Qué se dice?

HIJA: Gracias (sonríe)

PADRE: Venga, y ahora vete a jugar. Tengo que seguir trabajando. 

3 comentarios:

  1. Mayka en principio no me gusta la actitud del padre enfrascado en su trabajo y menos me gusta el caprichito de la hija porque lo tienen sus amigas.

    Al final la experiencia del padre le hace obrar de la mejor manera, yo tengo y he tenido perros recogidos de una protectora y el cariño y agradecimiento que te dan no tiene parangón.

    Gracias por la lección que recogen tus palabras.

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  2. Me encanta que la razón prevalezca sobre los caprichos...muy bueno Mayka

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  3. Hola Mayka. una conversación muy inteligente, sentencia moral incluida. aún así prefiero otros registros tuyos. Pero como bien dices hay que experimentar, y disfrutar con ello. Saludos :)

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